domingo, 1 de julio de 2012

Y EN CONVERTIR EN SED NUESTRA TRISTEZA


A veces nos quedamos silenciosos
tan hondos y vacíos de tristeza,
que nuestra pura desnudez invoca
mudamente la luz de una presencia.

Medimos por el hueco, lo que falta
de densidad y plenitud en esta
lobreguez de ser hombre clausurado,
pero abierto en sí mismo y sin cancela.

Alguien a quien le damos nuestra espalda
nos acosa buscándonos las vueltas
y se pone a mirar hacia lo oscuro
que tiembla en lo interior de la caverna.

Y nosotros sentados hacia dentro,
con los ojos sellados en la piedra,
tememos que, al volvernos, de repente,
nos hallemos de cara a la evidencia.

Porque nunca podremos. Hace falta
que nos bielde la muerte y nos dé vuelta,
que nos meta su luz como en un guante
y nos saque los ojos hacia afuera.

La luz nos llegará. Se hará presente
a inaugurar su reino. Mientras llega,
sólo queda esperar en el silencio
y convertir en sed nuestra tristeza.


Jesús Tomé, Hijo de esta tierra

viernes, 1 de junio de 2012

SIEMPRE ESTAMOS DE VUELTA


Siempre estamos de vuelta, y regresamos
tristes, como si nadie
nos esperara en el umbral del sueño.

Es destino del hombre: -caminante
que viene de una soledad y, a solas,
camina hacia otra soledad más grande.

Sólo Dios nos espera. Él sólo puede
saciar la sed de un corazón sin nadie.

Jesús Tomé, Hijo de esta tierra

martes, 1 de mayo de 2012

QUIEN TIENE EL CORAZÓN ENDECASÍLABO


Quien tiene el corazón endecasílabo
lleva un paso interior de manso polvo
que no alcanza a los pies que lo levantan;
los pies de un hombre pensativo y solo.
No pregunta a la vida. Se confirma.
Afirmación que cae desde los cielos.
(Solo se siente vivo por la muerte
que le tiene empinado desde dentro).

Como a orillas del mar; como a la orilla
del rumor de otro mar, viene y escucha:
Quien tiene el corazón endecasílabo
tiene sed de la voz que hace esta música.

Jesús Tomé, Hijo de esta tierra

domingo, 1 de abril de 2012

LUZ EN EL POZO


I
En nuevas oleadas llegan. Hombres.
Son hombres. Y preguntan. Nunca gritan.
Caminan en un pozo de tinieblas
donde la noche se hace y se divisan
estrellas. La pequeña luz sin brillo
de la esperanza se desprende y gira.
Nunca sale del pozo, se empareja
con el redondo límite. La miran.
Ella no para. Horada en alta noche.
(¡Los pies en tierra y el camino arriba!)

II

-Vosotros los sabréis. ¿Dónde se encuentra
quien viene a dar la paz? El mundo ignora
su olivo verdadero. Pero viene
quien la puede afilar como una estaca
para clavarla en medio de la tierra.
Y girará  la tierra en torno suyo.
En ella apoyaremos nuestra espalda
para mirar a Dios sin fatigarnos.
Nuestro dolor de siglos la reclama.
- Hemos puesto el deseo contra un muro
condenado a morir a engaño lento.
¿Quién desea la paz? Su agudo nombre
en labio de los hombres suena a tiro.
Con ella fusilamos a los muertos.
De cada muerto nace un árbol torvo.
La paz no tiene savia. Su madera
crece sobre los ojos de los muertos.
A veces en su tronco dos amantes
quieren grabar su corazón flechado.
Pero los muertos crecen y se rasga.
Debajo de la tierra hasta los muertos
se buscan y se matan sordamente.
¿Quienes buscan la paz?
- Pero nosotros
hemos visto su estrella desde el pozo.


III

- Nuestra carne está rota. Paja a paja
debajo del dolor, como un alero,
cada pájaro negro hace su nido.
Ellos hacen la noche con su canto.
Pero la carne vela. Se desvela, cruje.
Papel rugoso sobre el pecho de alguien
que se arropa con todos. Alguien sufre.
Necesita en su exceso nuestra llaga.
¿Dónde está que le demos lo que es suyo?
- No preguntéis por nadie. Sois vosotros.
Solos. A solas. Solamente.
Cada muerto
que se arrolle en su sombra y se duerma.
Si no puede dormir mate su noche.
Desengañe su luz.
- Pero nosotros
hemos visto su estrella desde el pozo.


IV

- Ha de encontrarse en algún sitio. El mundo
no puede, sin cimiento, sostenerse.
Tanto sentido, en surcos tan mal hechos,
es grande como Dios. Y Dios no basta.
Necesita su amor. Dios y su amor.
Lo que vale decirle a Dios dos veces.
Y nosotros venimos preguntando
por la piedra sangrante. Preguntamos.
Porque existe el amor y su respuesta.
Y todos somos casa. Y lo que pesa,
para dar solidez es el latido.
El duro corazón sin argamasa.
- No encontraréis amor. La tierra es dura.
Perdura sin sostén Para estar muerta
no necesita amor sino más muertes.
Y cada día muere una esperanza.
Muerte a muerte la tierra está más honda.
Más hondo el corazón y su gusano.
Y es poco de Dios lo que devoran,
cada día, sus dientes voracísimos.
Ya queda poco Dios. Y está podrido.
Ya queda poco amor.
- Pero nosotros
hemos visto su estrella desde el pozo.


V

- Y vosotros también. Los embotados
por el placer. Los saturados. Todos
los que tenéis el corazón al día,
convidados del gozo a sueño fácil.
¿Vosotros no sabéis dónde ha nacido?
Porque viene a dar clases de esperanza.
A enseñarnos los miedos cardinales
y a no tenerle miedo a la alegría.
Cubrirá nuestro amor de telarañas
donde pueda enredarse su grandeza.
Florecerá el  temor, y entre sus manos
hondas madurará en sabiduría.
Y cumplirán los ojos palpitantes
con su oficio de lágrimas. Las lágrimas
encontrarán su cauce verdadero:
Cada dolor, canto rodado, cante,
¡Si el alma suena, mucho Dios que lleva!
Con él valdrá la pena haber nacido:
Si la vida es un grito a tumba abierta,
dentro de Dios rebotarán los ecos.
Hechos de muerte acumulada y honda,
moriremos a vida verdadera,
que, si fuerza es morir, encontraremos
siete palmos de Dios para enterrarnos.
- Es en vano esperar. Vuestros dolores
tienen color de Dios que se equivoca.
Cuando se rompa, cárdeno, el latido,
Dios manará hecho pus desesperado.
Porque Dios nunca es más que una gangrena
lenta. Carcoma voluntaria. Miedo
de que la sombra llegue tras la sombra.
Desembocados turbios en la muerte,
no podréis regresar a maldeciros
la ignorancia. ¿Qué esperan vuestros ojos
si la luz es mortal?
- Pero nosotros
hemos visto su estrella desde el pozo.


VI

Y en nuevas oleadas pasan. Hombres.
Son hombres. No preguntan. Y se ciegan.
De tanta luz como en el pozo brilla
se les colman las manos de tinieblas.
Y se palpan. Y la herida de que sangran
es un rasguño de palpar la estrella.
En sangre caen sus sangres. Y se guían
por sangriento goteo que tantea
sobre charcos de amor. Sobre la sangre
de Dios. Única sangre verdadera.
Y les crece el amor. Cada latido
se apresura a invadirlo una Presencia:
La esperanza es Dios mismo que se esconde
dentro de la ansiedad de los que esperan.


Jesús Tomé, Hijos de esta tierra

jueves, 29 de marzo de 2012

QUIZÁS MAÑANA


Quizá mañana

Sí, quizá mañana;
quizá mañana, y ahora estoy tan tranquilo,
y ahora respiro como debajo de un sudario,
y ahora estoy escribiendo palabras oscuras,
debajo de las estrellas, iluminado sólo por mi alma.

Quizá mañana mismo transcurriré hacia Tu espíritu,
y ahora, como el que acaba del volver la ultima página de un libro amado,
siento que hay algo que continúa,
siento que es imposible que termine de este modo
- parándose las cosas, interrumpiéndose las manos -
y quizá mañana a mi casa por la noche,
y todo quizá mañana será diferente,
y habré cambiado para siempre de sitio,
y las horas, como una caricia interminable, como si se abrieran lentamente las puertas,
tornan ligeramente desde lo más olvidado,
regresan desde lo invisible,
a posarse sobre este papel donde escribo,
y quizá la postrer palabra no llegue a rozar su blancura.

Sí, quizá mañana,
quizá mañana mismo me tenderé hacia Tus manos, Padre mío,
me tenderé temblando, adivinándome en Tu alma,
y ahora vivo yo libre al borde de Tu voluntad
abandonado a ella hasta la raíz de mis cabellos,
vibrando entre lo invisible y lo que toco con mis manos,
palpitando entre la esperanza y el recuerdo,
y miro a mi alrededor para cerciorarme de que vivo,
para olvidarme de que vivo, desprendido del todo entre Tus brazos.

Y sé que quizá mañana quedaré tendido en Tu memoria,
y escarbarás en mis maldades, y tomarás a peso mi alma,
y estoy temblando en tu balanza, estoy temblando ahora mismo, temblando fríamente,
y quizá mañana seré otro, y no sé dónde, y mi alma tiembla,
porque sé que es verdad, que quizá mañana me preguntarás, Padre mío,
y estoy trabajando de noche, oscuramente trabajando
para ser más secreto, para medir con mis pies las montañas, esperando tu Profecía,
y las palabras me responden oscuramente, como si algo muy profundo estuviera vibrando,
y voy vertiendo mi corazón, naciendo desde mis raíces,
y quizá mañana todo habrá cambiado, todo será como una casa abandonada,
llena de mujeres llorosas, y abre pasado por sus puertas,
quizá mañana mismo habré pasado, habré pasado, habré pasado por el orificio de una aguja,
quizá mañana mismo habré pasado,
quizá mañana la hora que está ya viva en el futuro,
la hora que cuelga como una lámpara tenuemente velada cada día,
la hora de que esta sed naciera, de que este amor bajara de las estrellas de una noche,
la hora de esta claridad que está sonando dulcemente en mi alma.

Leopoldo Panero. Antologado en En lo oscuro
Cátedra. 2011.

jueves, 22 de marzo de 2012

CIUDAD SIN NOMBRE


Como en una ciudad sin nombre,
mi corazón va pensando y amando.
Estoy triste y busco la causa de mi tristeza.
Quiero saber por qué es tan dulce tu palidez, amiga mía.
Por qué, como nieve en el lago, es tan hermosa tu mirada.
Por qué me acuerdo de tus ojos si no te he conocido nunca.
Por qué te quiero si no existes.

Recuedo vagamente los días juveniles,
cuando la muerte daba a mis pasos una sombra alegre,
cuando mis lágrimas tenían un saber semejante a la dicha,
cuando apoyado tan temprano en el umbral de mi dolor,
aspiraba a la hermosura que venía de no sé donde,
como un caballo al galope sobre la llanura silenciosa de mi corazón,
y piafándome, arrancándoseme de la mano que acariciaba su leve torso de paloma,
escapaba no sé hacia dónde tampoco,
alejándose siempre más de mi alma.

¡Ah, quien pudiera todavía,
ahora, todavía, en este momento de dolor,
oír el susurro leve de aquel golpe ávido,
resonando a la orilla del río,
al pie de las murallas dolorosas y grises,
entre los chopos que latían junto al roce del agua!

¡Quién pudiera, sobre su lomo plateado,
apartarse de ti para siempre, tristeza mia,
olvidarse de ti para siempre, ciudad hermosa y quieta, tristeza mía!

Leopoldo Panero.
Recogido en En la sombra

miércoles, 21 de marzo de 2012

HASTA MAÑANA


Hasta mañana dices, y tu voz
se apaga y se desprende
como la nieve. Lejos, poco a poco,
va cayendo, y se duerme,
tu corazón cansado,
donde el mañana está. Como otras veces,
hasta mañana dices, y te pliegas
al mañana en que crees,
como el viento a la lluvia,
como la luz a las movibles mieses.
Hasta mañana, piensas; y tus ojos
cierras hasta mañana, y ensombreces,
y guardas. Tus dos brazos
cruzas, y el peso leve levantas, de tu pecho confiado.
Tras la penumbra de tu carne crece
la luz intacta de la orilla. Vuela
una paloma sola y pasa tenue
la luna acariciando las espigas
lejanas. Se oyen trenes
hundidos en la noche, entre el silencio
de las encinas y el trigal que vuelve
con la brisa. Te vas siempre
hasta mañana, lejos. Tu sonrisa
se va durmiendo mientras Dios la mece
en tus labios, lo mismo
que el tallo de una flor en la corriente;
mientras se queda ciega tu hermosura
como el viento al rodar sobre la nieve;
mientras te vas hasta mañana, dulcemente
por esa senda pura que, algún día,
te llevará dormida hacia la muerte.

Leopoldo Panero.
Recogido en  En lo oscuro

martes, 20 de marzo de 2012

A MIS HERMANAS


Estamos siempre solos. Cae el viento
entre los encinares y la vega.
A nuestro corazón el ruido llega
del campo silencioso y polvoriento.

Alguien cuenta, sin voz, el viejo cuento
de nuestra infancia, y nuestra sombra juega
trágicamente a la gallina ciega;
y una mano nos coge el pensamiento.

Ángel, Ricardo, Juan, abuelo, abuela,
nos tocan levemente, y sin palabras
nos hablan, nos tropiezan, les tocamos.

¡Estamos siempre solo, siempre en vela,
esperando, Señor, a que nos abras
los ojos para ver, mientras jugamos!

Leopoldo Panero.
Recogido en En lo oscuro

lunes, 19 de marzo de 2012

SÓLA TÚ


Sola tú junto a mí, junto a mi pecho;
sólo tu corazón, tu mano sola,
me lleva al caminar; tus ojos solos
traen un poco de luz hasta la sombra
del recuerdo; ¡qué dulce,
qué alegre nuestro adiós! El cielo es rosa
y es verde el encinar, y estamos muertos,
juntos los dos, en mi memoria sola.
Sola tú junto a mí, junto al olvido,
allá donde la nieve silenciosa
del alto Guadarrama, entre los pinos,
de rodillas te toca.
Estamos solos para siempre; estamos
detrás del corazón, de la memoria,
del viento, de la luz, de las palabras,
juntos los dos en mi memoria sola.

Leopoldo Panero.
Recogido en En el oscuro

sábado, 17 de marzo de 2012

EL TEMPLO VACIO

No sé de dónde brota la tristeza que tengo.
Mi dolor se arrodilla, como el tronco de un sauce,
sobre el agua del tiempo, por donde voy y vengo,
casi fuera de madre, derramado en el cauce.

Lo mejor de mi vida es el dolor. Tú sabes
cómo soy. Tú levantas esta carne que es mía.
Tú esta luz que sonrosa las alas de las aves.
Tú esta noble tristeza que llaman alegría.

Tú me diste la gracia para vivir contigo.
Tú me diste las nubes como el amor humano.
Y al principio del tiempo, Tú me ofreciste el trigo,
con la primera alondra que nació de tu mano.

¡Como el último rezo de un niño que se duerme,
y con la voz nublada de sueño y de pureza
se vuelve hacia el silencio, yo quisiera volverme
hacia Ti, y en tus manos desmayar mi cabeza!

Lo mejor de mi vida es el dolor. Tú hiciste
de la nada el silencio y el camino del beso,
y la espuma en el agua para la tierra triste,
y en el aire la nieve donde duerme tu peso.

¡Señor, Señor! Yo he hecho mi voluntad. Yo he hecho
una ley de mi orgullo, pero ya estoy vencido.
Como una madre humilde que me acuna en su pecho
mi espíritu se acuesta sobre el dolor vivido.

Sobre la carne triste, ¡sobre la silenciosa
ignorancia del alma como un templo vacío!
¡Sobre el ave cansada del corazón que posa
su vuelo entre mis manos para cantar, Dios mío!

Soy el huésped del tiempo, soy, Señor, caminante
que se borra en el bosque y en la sombra tropieza,
tapado por la nieve lenta de cada instante,
mientras busco el camino que no acaba ni empieza.

Soy el hombre desnudo. Soy el que nada tiene.
Soy siempre el arrojado del propio paraíso.
Soy el que tiene frío de sí mismo. El que viene
cargado con el peso de todo lo que quiso.

Lo mejor de mi vida es el dolor. ¡Oh lumbre
seca de la materia! ¡Oh racimo estrujado!
Haz de mi pecho un lago de clara mansedumbre.
¡Señor, Señor! Desata mi cuerpo maniatado.

Leopoldo Panero
Recogido en En lo oscuro

viernes, 16 de marzo de 2012

HONDA PALOMA

No ver,pero temblar. Como la espuma
arranca en libertad la orilla verde.
Como ell amor llora a lo largo
de un bosque de ceniza y de sangre.

Pero el hombre profundo vive
con la infinita alegría del mármol bajo la herramienta
o con la alegría del negro bajo la verde hoja de la palmera.

La sangre se edifica sobre la sangre
como un rayo de sol abandonado en el espacio.
Y la ceniza se alimenta de fuego
como los nidos de las águilas, ocultos en la roca viva.

Todo es alto lo mismo que el amor
con sus mejillas asombradas
en torno a la alondra que desciende sobre los verdes campos.

Todo es alto. Los párpados, febriles
como una hoguera remota sobre la montaña;
la voz, que busca el aire
deshecho en polvo vivo de la lengua.

Amor. Amor. Honda paloma
descuartizada entre los pulsos.
La noche brota. Se oyen tus pasos
desdebordantes como un valle de fe.

¡Amor,amor!
¡Qué arrancada alegría,
qué nieve derrumbada el hondo beso!

Leopoldo Panero.
Recogido en En lo oscuro. 

jueves, 1 de marzo de 2012

HALLAR UNA PALABRA ES ENCONTRARNOS


Hallar una palabra es encontrarnos
donde nosotros somos verdaderos.
Pero ignoro cual sea mi palabra,
la que me vive o vivo yo por dentro.

A veces, al volver alguna página,
de un libro distraído en nuestros dedos,
- indiferentes los cansados ojos
y ausente el corazón sin pensamiento-,

hallamos de repente una palabra
como una puerta a punto de misterio,
y el corazón se ahonda y se perfuma
hasta encontrar el límite
del beso verdadero.

Una palabra puede ser el camino
que nos desangre en nuestro centro.
Pero ignoro cual sea mi palabra,
la palabra que soy y estoy viviendo.
Y antes de conocerla
puedo morir de corazón sediento.


Jesús Tomé, Hijo de esta tierra

miércoles, 1 de febrero de 2012

ENSOÑACIÓN EN LA CATEDRAL


...Y, mientras voy conmigo, voy sintiendo
toda mi vida así como un aroma
denso y amargo; mientras llevo,
con resignados pies, mi pesadumbre
por medio de la sombra y el silencio
de estos claustros y naves, como nave
sola en el mar, batida y hecha astillas
de recuerdos -mis náufragos que, a trechos,
se pueden ver flotar sobre las olas-.
Hay un ala volando entre la sombra
o a punto de llegar, como venida
a despertar con aletazos ciegos,
rotos contra columnas y sepulcros,
todo el sabor de historia que han tenido
nuestros cansados sueños: la memoria
de todo lo que fue no más que acaso...

...Porque acaso he vivido demasiado,
o demasiado solo, y solo he sido
mi escultura yacente, y he vivido
guardando , a solas, mis difuntos sueños
igual que este Doncel desmadejado
que parece vivir, aunque  está muerto,
y que ahora levanta la mirada
del libro en que leyó su propia muerte
-cuando el sueño o vivir se le hizo piedra-
para escuchar atento mis palabras.
.......................................................

Hace tiempo que vengo de camino,
pero sólo mis ojos se aventuran
a soñar en la piedra en que algún día,
tal vez, me tienda con las manos llenas
de mi propio vivir. Para contarlo
Y ver que no me falta ningún día...

Cuando me tienda
sobre la piedra aquella, estoy seguro
que algún hombre abrirá, para vivirse,
este libro que yo voy escribiéndome
y que entonces tendré sobre las manos...
Igual que este doncel ya derramado
que pareció morir, pero está vivo...

                                     (Al Doncel de Sigüenza)


Jesús Tomé, Hijo de esta tierra

lunes, 16 de enero de 2012

Habría que crear imágenes inaceptables

"Hay que despertar a la gente. Sacudir su manera de identificar las cosas. Habría que crear imágenes inaceptables. Que la gente eche espumarajos de rabia. Hay que obligarlos a comprender que viven en un mundo muy raro. Un mundo que no es nada tranquilizador. Un mundo que no es como ellos creen".


PABLO PICASSO

domingo, 1 de enero de 2012

VERDE DOLOR


 
Con el verde dolor de la gracia inmadura
bajo la espesa lluvia que me agota los ojos,
tanteo la espesura del bosque innumerado
que tiene a Dios de fondo.
Las sombras recaladas del alma y la espesura
giran perversamente, como un huso, y el loco
pensamiento se eleva y se fatiga: se retuerce
en hilillos de polvo.
(Aromas golpeados por la lluvia
rompen mi soledad en torno).

¡Cómo cuesta subir con esperanzas rotas
esta cuesta de Dios! El pecho, solo,
jadea; la memoria se hostiga y se me atora,
trabada en la espesura del bosque sin contornos.

¡Oh Dios, el siempre Dios, el siempre lejos,
el siempre deseado por incansables ojos,
y el siempre más brillante y más oculto,
y el siempre más dolor, y siempre pozo
de opacas claridades!...
No me sirve
llorarte y desearte con las pálidas hambres de mi rostro.

¿Qué harás de mi, que me persigues
y aunque te busco no te logro?
Eres verdad. Entrégate sin armas
o hazme robusto. Entrégate a mis ojos,
¿Qué harás de mí, que me has dejado
tan desoladamente solo?

No tengo amigos, Dios, no tengo amigos;
sólo me quedas Tú, mi Dios remoto,
Dios en el corazón haciendo ausencias,
Dios que me llama, a quien respondo
con el verde dolor de la gracia inmadura,
bajo la espesa lluvia que me agota los ojos.


Jesús Tomé, Mientras amanece Dios