domingo, 1 de julio de 2012

Y EN CONVERTIR EN SED NUESTRA TRISTEZA


A veces nos quedamos silenciosos
tan hondos y vacíos de tristeza,
que nuestra pura desnudez invoca
mudamente la luz de una presencia.

Medimos por el hueco, lo que falta
de densidad y plenitud en esta
lobreguez de ser hombre clausurado,
pero abierto en sí mismo y sin cancela.

Alguien a quien le damos nuestra espalda
nos acosa buscándonos las vueltas
y se pone a mirar hacia lo oscuro
que tiembla en lo interior de la caverna.

Y nosotros sentados hacia dentro,
con los ojos sellados en la piedra,
tememos que, al volvernos, de repente,
nos hallemos de cara a la evidencia.

Porque nunca podremos. Hace falta
que nos bielde la muerte y nos dé vuelta,
que nos meta su luz como en un guante
y nos saque los ojos hacia afuera.

La luz nos llegará. Se hará presente
a inaugurar su reino. Mientras llega,
sólo queda esperar en el silencio
y convertir en sed nuestra tristeza.


Jesús Tomé, Hijo de esta tierra