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martes, 29 de noviembre de 2011

DIOS EN LA PIEDRA


Cuando mis manos tocan
la roca dura y ciega
te siento en mí, Señor,
toco tu permanencia
y ya no dudo más
de que en el mundo seas.

Más que palpar, me mojo
la mano en una brecha
de tu carne, en tu fría
presencia, verdadera ...

Pero ¿te tengo, Dios?
¿Eres sólo materia?
¿Será tu cuerpo eterno
esta lívida piedra? ...

Ha llegado un temblor
sin luz, como la niebla.
Siento que vibra. Hondas
ráfagas me golpean ...

¡El tiempo!... Es lo que late,
rompe la permanencia
y todo se encamina
a su forma perfecta.

Señor: ahora te toco,
te toco, sí. Me quemas

José Luis Hidalgo, Los muertos

lunes, 28 de noviembre de 2011

PREGUNTA

Señor, si no eres carne, ¿qué te has hecho,
para que yo creciera en tus entrañas
igual que un hijo tuyo, padre y madre
en este barro mortal que hacia Ti clama?

Y si Tú eres, Señor, tan sólo un sueño
que de mi ser humano se levanta,
¿por qué ahora la triste carne mía
no es el Dios infinito que soñara?

José Luis Hidalgo, Los muertos.

domingo, 20 de noviembre de 2011

YO QUIERO SER EL ÁRBOL


Siniestra es la raíz del Luzbel de mi carne
y sombría la estrella de tu sabiduría.
Ocultos son los fuegos, Señor, donde consumes
este tallo desnudo que es apenas mi vida.
Negra luz de la tierra, roja luz de tus ojos,
iguales son las llamas por tu mano blandidas,
fulgiendo en este páramo donde habitamos tristes,
soplados por el viento de tu luz ofendida.
Restitúyeme puro a esta tierra que piso
o dame la luz alta que en las estrellas brilla.
Yo quiero ser el Árbol, quiero tener mis frutos.
la tierra, el mar, el cielo, la eternidad perdida.

José Luis Hidalgo, Los muertos

jueves, 3 de noviembre de 2011

MUERTE




Señor, lo tienes todo: una zona sombría
y otra de luz, celeste y clara.
Mas, dime Tú, Señor, ¿los que se han muerto,
es la noche o el día lo que alcanzan?

Somos tus hijos, sí, los que naciste,
los que, desnudos en su carne humana,
nos ofrecemos, como tristes campos,
al odio o al amor de tus dos garras.

Un terrible fragor de lucha, siempre
nos suena, oscuramente, en las entrañas,
porque, en ellas, Tú luchas sin vencerte,
dejándonos su tierra ensangrentada.

Dime, dime, Señor, ¿por qué a nosotros
nos elegiste para tu batalla?
Y después, con la muerte, ¿qué ganamos,
la eterna paz o la eterna borrasca?

José Luis Hidalgo, Los muertos.

domingo, 30 de octubre de 2011

LLEGA LA NOCHE

Señor: si Tú me dejas me moriré contigo
pisando largamente la tierra en que te aguardo.
Me iré entre los jirones de esta divina herida
por la que, a borbotones, nos vamos desangrando.

Nada, nada me queda. Apenas sobre el cuerpo
tengo un poco de vida, si es que el vivir es algo,
y mis ojos se abren a tu celeste brillo
donde, como en un agua, te siento reflejado.

¡Qué rojo estás Dios mío! Dentro de mí te siento
como una savia ardiente, como un inmenso pájaro;
como si atardeciere por Ti voy hacia todo,
me pierdo en esa sangre celeste de tu ocaso.

Morir, morir… Acércate. La noche nos apresa
con su espesa dulzura tendida sobre el campo.
Señor: nos hemos muerto sobre la tierra negra.

Señor: ya eternamente nos hemos acabado.


José Luis Hidalgo, Los muertos.

sábado, 24 de septiembre de 2011

ESPERA SIEMPRE

La muerte espera siempre, entre los años,
como un árbol secreto que ensombrece,
de pronto, la blancura de un sendero
y vamos caminando y nos sorprende.

Entonces, en la orilla de su sombra,
un temblor misterioso nos detiene:
miramos a lo alto y nuestros ojos
brillan, como la luna, extrañamente.

Y, como la luna, entramos en la noche
sin saber dónde vamos, y la muerte
va creciendo en nosotros, sin remedio,
como un dulce terror de fría nieve.

La carne se deshace en la tristeza
de la tierra sin luz que la sostiene.
Solo quedan los ojos que preguntan
en la noche total y nunca mueren.

José Luis Hidalgo. Los muertos