domingo, 1 de enero de 2012

VERDE DOLOR


 
Con el verde dolor de la gracia inmadura
bajo la espesa lluvia que me agota los ojos,
tanteo la espesura del bosque innumerado
que tiene a Dios de fondo.
Las sombras recaladas del alma y la espesura
giran perversamente, como un huso, y el loco
pensamiento se eleva y se fatiga: se retuerce
en hilillos de polvo.
(Aromas golpeados por la lluvia
rompen mi soledad en torno).

¡Cómo cuesta subir con esperanzas rotas
esta cuesta de Dios! El pecho, solo,
jadea; la memoria se hostiga y se me atora,
trabada en la espesura del bosque sin contornos.

¡Oh Dios, el siempre Dios, el siempre lejos,
el siempre deseado por incansables ojos,
y el siempre más brillante y más oculto,
y el siempre más dolor, y siempre pozo
de opacas claridades!...
No me sirve
llorarte y desearte con las pálidas hambres de mi rostro.

¿Qué harás de mi, que me persigues
y aunque te busco no te logro?
Eres verdad. Entrégate sin armas
o hazme robusto. Entrégate a mis ojos,
¿Qué harás de mí, que me has dejado
tan desoladamente solo?

No tengo amigos, Dios, no tengo amigos;
sólo me quedas Tú, mi Dios remoto,
Dios en el corazón haciendo ausencias,
Dios que me llama, a quien respondo
con el verde dolor de la gracia inmadura,
bajo la espesa lluvia que me agota los ojos.


Jesús Tomé, Mientras amanece Dios