miércoles, 30 de noviembre de 2011

SALMO INICIAL


(Parte primera del poema)

Señor, no estás conmigo aunque te nombre siempre.
Estás allá, entre nubes, donde mi voz no alcanza,
y si a veces resurges, como el sol tras la lluvia,
hay noches en que apenas logro pensar que existes.
Eres una ciudad detrás de las montañas.
Eres un mar lejano que a veces no se oye.
No estás dentro de mí. Siento tu negro hueco
devorando mi entraña, como una hambrienta boca.
Y por eso le nombro, Señor, constantemente,
y por eso refiero las cosas a tu nombre,
dándoles latitud y longitud de Ti.
Si estuvieras conmigo yo hablaría de cosas,
del cielo, de la brisa, del amor y la pena.
Como un feliz amante que dice solo: «Mira
qué pájaro, qué rosa, qué sol, qué tarde clara»,
y vierte así en la luz de los nombres su amor.
Pero no. Tú me faltas. Y te nombro por eso.
Te persigo en el bosque detrás de cada tronco.
Te busco por el fondo de las aguas sin luz.
¡Oh cosas, apartaos, dadme ya su presencia
que tenéis escondida en vuestro oscuro seno!
Marcado por tu hierro vago por las llanuras
abandonado, inútil, como una oveja sola...
Hombre de Dios me llamo. Pero sin Dios estoy.



José María Valverde. Hombre de Dios.

martes, 29 de noviembre de 2011

DIOS EN LA PIEDRA


Cuando mis manos tocan
la roca dura y ciega
te siento en mí, Señor,
toco tu permanencia
y ya no dudo más
de que en el mundo seas.

Más que palpar, me mojo
la mano en una brecha
de tu carne, en tu fría
presencia, verdadera ...

Pero ¿te tengo, Dios?
¿Eres sólo materia?
¿Será tu cuerpo eterno
esta lívida piedra? ...

Ha llegado un temblor
sin luz, como la niebla.
Siento que vibra. Hondas
ráfagas me golpean ...

¡El tiempo!... Es lo que late,
rompe la permanencia
y todo se encamina
a su forma perfecta.

Señor: ahora te toco,
te toco, sí. Me quemas

José Luis Hidalgo, Los muertos

lunes, 28 de noviembre de 2011

PREGUNTA

Señor, si no eres carne, ¿qué te has hecho,
para que yo creciera en tus entrañas
igual que un hijo tuyo, padre y madre
en este barro mortal que hacia Ti clama?

Y si Tú eres, Señor, tan sólo un sueño
que de mi ser humano se levanta,
¿por qué ahora la triste carne mía
no es el Dios infinito que soñara?

José Luis Hidalgo, Los muertos.

domingo, 27 de noviembre de 2011

¿EXISTES? ¿NO EXISTES?


¿Estás? ¿No estás? Lo ignoro; sí, lo ignoro.
  Que estés, yo lo deseo intensamente.
Yo lo pido, lo rezo. ¿A quién? No sé
¿A quién? ¿a quién? Problema es infinito.

¿A ti? ¿Pues cómo, si no sé si existes?
  Te estoy amando, sin poder saberlo.
Simple, te estoy rezando; y sólo flota
en mi mente un enorme «Nada» absurdo.

Si es que tú no eres, ¿qué podrás decirme?
¡Ah!, me toca ignorar, no hay día claro;
la pregunta se hereda, noche a noche:
mi sueño es desear, buscar sin nada.

Me lo rezo a mi mismo: busco, busco.
  Vana ilusión buscar tu gran belleza.
Siempre necio creer en mi cerebro:
no me llega más dato que la duda.

¿Quizá tú eres visible? ¿O quizá sólo
serás visible, a inmensidad soberbia?
¿Serás quizá materia al infinito,
de cósmica sustancia difundida?

¿Hallaré tu existir si intento, atónito,
encontrarte a mi ver, o en lejanía?
La mayor amplitud, cual ser inmenso,
buscaré donde el mundo me responda.

II
¿Pedir sólo lo inmenso conocido?
¿Pedir o preguntar al Universo?
No al universo de la tierra nuestra,
bajo, insensible, monstruoso, duro;

sí al Universo enorme, ya sin límites,
con planetas, los astros, las galaxias:
tal un dios material, flotando luces
en billones de años, sin fronteras.

Allí hay humanidades infinitas;
las llamo tal, mas son de extrañas formas:
nada igual a los hombres de esta tierra,
que aquí lloramos nuestra vida inmunda.

¡Extremado universo, inmenso, hermoso!
Con eterna amplitud, materias cósmicas,
avanzan infinitas las galaxias,
nebulosas: son gas, sólidas, líquidas.

III
Inmensidad, cierto es.
Mas yo no quiero
inmensidad-materia; otra es la mía,
inmateria que exista ( ¡ay, si no existe! ),
eterna, de omnisciencia, omnipotente.

No material, ¿pues que? Te llamo espíritu
( porque en mi vida espíritu es lo sumo ).
Yo ignoro si es que existes; y si espíritu.
Yo, sin saber, te adoro, te deseo.

esto es máximo amor; mi amor te inunda;
el alma se me irradia en adorarte;
mi vida es tuya sólo ( ¿ya no dudo? ).
Amor, no sé si existes. Tuyo, te amo.

sábado, 26 de noviembre de 2011

MISERICORDIA

Pero a ti, que no estás
ni sé quien eres:
misericordia.

Hasta el sueño
lucho contra el sueño,
porque no puedo relevarte.

                                               (Cuando
regresa el día
están las cosas
en su lugar de siempre
más ocultas)

Con los ojos abiertos
como un muerto.
ciegos y abiertos,
te señalo.

                   Dime
quién eres,
desde cuando,
existes,
por qué te niego
y creo.
             Creo.

Entre verdad y sueño,
agudo el filo
que separa la vida.
¿De qué lado estás tú?
Descubre el brazo
que me hiere. Ten
misericordia.


José Ángel Valente. Punto cero.

viernes, 25 de noviembre de 2011

A CRISTO CRUCIFICADO


Tú me ofreces la vida con tu muerte
y esa vida sin Ti yo no la quiero;
porque lo que yo espero, y desespero,
es otra vida en la que pueda verte.
Tú crees en mí. Yo a Ti, para creerte,
tendría que morirme lo primero;
morir en Ti, porque si en Ti no muero
no podría encontrarme sin perderte.
Que de tanto temer que te he perdido,
al cabo, ya no sé qué estoy temiendo:
porque de Ti y de mí me siento huido.
Mas con tanto dolor, que estoy sintiendo,
por ese amor con el que me has herido,
que vivo en Ti cuando me estoy muriendo.

José Bergamín

jueves, 24 de noviembre de 2011

ODA A LA CENIZA


ODA EN LA CENIZA

Una vez más. Las olas, los sucesos,
la menuda porfía que horada
la granítica realidad, el inmóvil
bloque donde los tiempos
giran como un águila
aciaga.
            Cada minuto el mundo es otro,
otra la muerte,
otro el desdén, la diurna aparición del entusiasmo,
el radical sentido.
                                    Perdemos suelo,
firme contacto, asidero de sombras. Dame
la mano, álzame, tocaría
acaso la sublime
agarradera sin ceniza, la elevada
roca, el alto asiento
del resplandor, la puerta que no gira
ni se abre, ni cierra, el último
fundamento del agua, de la sed, de los aires
diáfanos,
del barro mísero donde el ardor se quema
como un ascua. Oh tentación de ser
en la portentosa verdad,
en el irradiante espacio, estallido de veneración
más allá del respeto
sombrío. Oh calcinante
idealidad sagrada que no arde ni quema
en la deslumbradora invisibilidad, en la increíble
fuerza del mundo. Oh témpano de oceánico ardor
donde el cansancio
puede brillar y la queja
abrasar y ser otra, y el hombre apetecer y saciarse
en el alimento continuo.
                                    Oh desaliento
del desconocer, hambrear, consumirse,
centro del hombre.
                                    Tú, mi compañero,
triste de acontecer,
tú, que como yo mismo ansías lo que ignoras, y tienes lo que
           acaso no sabes,
dame la mano en la desolación,
dame la mano en la incredulidad y en el viento,
dame la mano en el arruinado sollozo, en el lóbrego cántico.
Dame la mano para creer, puesto que tú lo sabes,
dame la mano para existir, puesto que sombra eres y ceniza,
dame la mano hacia arriba, hacia el vertical puerto, hacia la
           cresta súbita.
Ayúdame a subir, puesto que no es posible la llegada,
el arribo, el encuentro.
Ayúdame a subir puesto que caes, puesto que acaso
todo es posible en la imposibilidad,
puesto que tal vez falta muy poco para alcanzar la sed,
muy poco para coronar el abismo,
el talud hacia el trueno
la pared vertical de la duda,
el terraplén del miedo.
                                    oh dame
la mano porque falta muy poco
para saltar al regocijo
muy poco para el absoluto reír y el descanso,
muy poco para la amistad sempiterna.
                                                            Dame la mano
tú que como yo mismo ansías lo que ignoras y tienes lo que
           acaso no sabes,
dame la mano hacia la inmensa flor que gira en la felicidad,
dame la mano hacia la felicidad olorosa que embriaga,
dame la mano y no me dejes caer,
como tú mismo,
como yo mismo,
en el hueco atroz de las sombras.


Carlos Bousoño, Oda a la ceniza

miércoles, 23 de noviembre de 2011

CAE LA NOCHE


Cae la noche.
                   El corazón desciende
infinitos peldaños,
enormes galerías,
hasta encontrar la pena.
Allí descansa, yace,
allí, vencido,
yace su propio ser.

                    El hombre puede
cargarlo a sus espaldas
para ascender de nuevo
hacia la luz penosamente:
puede caminar para siempre,
caminar...
                     ¡Tú que puedes,
danos nuestra resurrección de cada día!


José Ángel Valente, Poemas a Lázaro

martes, 22 de noviembre de 2011

TRISTEZA


Tal vez el mundo sea bello,
cuando el sol claro lo ilumina,
pero yo sé que hay hombres tristes
como la lluvia gris y fría.

Yo sé que hay hombres sobre cuyas almas
pasó de Dios quizá la sombra un día.
Pasó, y hoy queda sólo ausencia
en donde la tristeza brilla.

Hombres tristes en todos los caminos
con la tristeza pensativa.

Tal vez la aurora sea pura,
el aire delicado, claro el día.
Mas muchos hombres hay como la lluvia
oscura e infinita.

Escúchame, Señor. Mi voz hoy sólo
tiene palabras de melancolía.
Sobre la tarde inmensa cae la lluvia
monótona,  fría.

Carlos Bousoño, Subida al amor.

lunes, 21 de noviembre de 2011

NOCHE PRIMERA


Empuja el corazón,
quiébralo, ciégalo,
hasta que nazca en él
el poderoso vacío
de lo que nunca podrás nombrar.

Sé, al menos,
su inminencia
y quebrantado hueso
de su proximidad.

Que se haga noche. (Piedra,
nocturna piedra sola.)

Alza entonces la súplica:
que la palabra sea sólo verdad.

José Ángel Valente, Poemas a Lázaro.

domingo, 20 de noviembre de 2011

YO QUIERO SER EL ÁRBOL


Siniestra es la raíz del Luzbel de mi carne
y sombría la estrella de tu sabiduría.
Ocultos son los fuegos, Señor, donde consumes
este tallo desnudo que es apenas mi vida.
Negra luz de la tierra, roja luz de tus ojos,
iguales son las llamas por tu mano blandidas,
fulgiendo en este páramo donde habitamos tristes,
soplados por el viento de tu luz ofendida.
Restitúyeme puro a esta tierra que piso
o dame la luz alta que en las estrellas brilla.
Yo quiero ser el Árbol, quiero tener mis frutos.
la tierra, el mar, el cielo, la eternidad perdida.

José Luis Hidalgo, Los muertos

miércoles, 9 de noviembre de 2011

DESTINO ALEGRE



Nos han abandonado en medio del camino.
Entre la luz íbamos ciegos.
Somos aves de paso, nubes altas de estío,
vagabundos eternos.
Mala gente que pasa cantando por los campos.
Aunque el camino es áspero y son duros los tiempos,
cantamos con el alma. Y no hay Un hombre solo
que comprenda la viva razón del canto nuestro.
             
Vivimos y morimos muertes y vidas de otros.
Sobre nuestras espaldas pesan mucho los muertos.
Su hondo grito nos pide que muramos un poco,
como murieron todos ellos,
que vivamos deprisa, quemando locamente
la vida que ellos no vivieron.
Ríos furiosos, ríos turbios, ríos veloces,
(Pero nadie nos mide lo hondo, sino lo estrecho.)
Mordemos las orillas, derribamos los puentes.
Dicen que vamos ciegos.
             
Pero vivimos. Llevan nuestras aguas la esencia
de las muertes y vidas de vivos y de muertos.
Ya veis si es bien alegre saber a ciencia cierta
que hemos nacido para eso.

José Hierro, Nosotros

martes, 8 de noviembre de 2011

LLEVAS MÁS QUE MI MUERTE, CUERPO MÍO

Llevas más que mi muerte, cuerpo mío:
no te puedo perder... Mi vida llevas,
y no es sólo una sombra la que elevas
dibujada en la sombra, ni es el rocío
lo que hay en mi mirada más sombrío...

Versos del soneto "Libre más que mi cuerpo", de Leopoldo Panero,
en su libro Siete poemas.

lunes, 7 de noviembre de 2011

EL MUERTO


Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría
no podrá morir nunca.

Yo lo veo muy claro en mi noche completa.
Me costó muchos siglos de muerte poder comprenderlo,
muchos siglos de olvido y de sombra constante,
muchos siglos de darle mi cuerpo extinguido
a la yerba que encima de mí balancea su fresca verdura.
Ahora el aire, allá arriba, más alto que el suelo que pisan los vivos
será azul. Temblará estremecido, rompiéndose,
desgarrado su vidrio oloroso por claras campanas,
por el curvo volar de gorriones,
por las flores doradas y blancas de esencias frutales.
(Yo una vez hice un ramo con ellas.
Puede ser que después arrojara las flores al agua,
puede ser que le diera las flores a un niño pequeño,
que llenara de flores alguna cabeza que ya no recuerdo,
que a mi madre llevara las flores;
yo querría poner primavera en sus manos.)

¡Será ya primavera allá arriba!
Pero yo que he sentido una vez en mis manos temblar la alegría
no podré morir nunca.
Pero yo que he tocado  una vez las agudas agujas del pino
no podré morir nunca.
Morirán los que nunca jamás sorprendieron
aquel vago pasar de la loca alegría.
Pero yo que he tenido su tibia hermosura en mis manos
no podré morir nunca.

Aunque muera mi cuerpo, y no quede memoria de mí.

José Hierro, Alegría

domingo, 6 de noviembre de 2011

SOLITARIOS Y MÍSTICOS YA HABLARON DE LO OSCURO

Solitarios y místicos ya hablaron de lo oscuro
entreabierto en la luz. Había un breve hueco
del que fluía la música, un transparente y puro
sonido de campana en el vacío seco.
Luego, una voz sin voz, humana y deshumana
figura, os alejaba del sordo griterío,
del mundo abandonando en la última mañana
y os conducía al dintel divinal y vacío.
Detrás, verde y umbroso, el cauce del Olvido
y la pesada barca amarrada a la orilla.
Después, perfecto caos, turbión incontenido
absorbiendo a las almas allá en donde brilla
toda luz, la Luz, océano redondo
o esfera muy deshecha en esferas que van
reuniendo el bien de arriba y el mal de lo hondo.
También en el misterio del más allá están
luchando los opuestos sin fundirse en ninguno.
Círculos en lo blanco, universos de fuego
que enamoran o abrasan sin que logre el uno
fecundarse en el otro para que brote luego.

Antonio Colinas, Noche más allá de la noche

sábado, 5 de noviembre de 2011

LA RESPUESTA DE DIOS

No sé
si Dios es oscuridad o claridad.
Si es la luz de una estrella que me guía
en la fría noche fría
o el cielo radiante después de la tempestad.

Tampoco sé
si Dios es el silencio o la palabra,
la noche o el día
la paz ansiada o la guerra siempre sin final
que entre los hombres se labra.

Nada saber
es saberlo todo y oír en la inmensidad
la voz de un Dios que se calla.
Vivo a la sombra del árbol del mundo
a la espera de la gran claridad.
Y solo en su silencio que Dios habla
y dice todo.
Y en la aurora que rasga todo el día
y por todo el universo se irradia
está su respuesta de Dios mudo.

viernes, 4 de noviembre de 2011

NOCHE MÍA

Toda la noche cerrada,
volcada. Foscas, bruñidas
las paredes. Se resbalan
torpes las estrellas fijas.
Sin un resquicio, la noche
campana muerta, caída.
La viva voz, por la tierra,
de la alta noche, extinguida.
Parado campo. No mientas,
noche, noche. Muda, fría,
volteas, doblas sin habla
y calladamente giras.
Todo es signo. Suavemente
hasta quedar detenida,
la noche persiste. Abismos.
Luz y sombra. Planos. Vida.
El alma ya no se siente.
Se siente todo. Inaudita
pasión. Dime tú, ¿morir
será hacer la noche mía?
Entonces morir. Muriendo,
noche, te siento. ¡Divina
realidad! Tú suenas, tú
eres, tú. mi vida es mía.

Vicente Aleixandre. Poemas varios.

jueves, 3 de noviembre de 2011

MUERTE




Señor, lo tienes todo: una zona sombría
y otra de luz, celeste y clara.
Mas, dime Tú, Señor, ¿los que se han muerto,
es la noche o el día lo que alcanzan?

Somos tus hijos, sí, los que naciste,
los que, desnudos en su carne humana,
nos ofrecemos, como tristes campos,
al odio o al amor de tus dos garras.

Un terrible fragor de lucha, siempre
nos suena, oscuramente, en las entrañas,
porque, en ellas, Tú luchas sin vencerte,
dejándonos su tierra ensangrentada.

Dime, dime, Señor, ¿por qué a nosotros
nos elegiste para tu batalla?
Y después, con la muerte, ¿qué ganamos,
la eterna paz o la eterna borrasca?

José Luis Hidalgo, Los muertos.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

AL HOMBRE


¿ Por qué protestas, hijo de la luz,
humano que transitorio en la tierra,
redimes por un instante tu materia sin vida?
¿De dónde vienes, mortal que del barro has llegado
para un momento brillar y regresar después a tu apagada patria?
Si un soplo. arcilla infinita, erige tu vacilante forma
y calidad de dios tomas en préstamo,
no, no desafíes cara a cara a ese sol poderoso que fulge
y compasivo te presta cabellera de fuego.
Por un soplo celeste redimido un  instante,
alzas tu incandescencia temporal a los seres.
Hete aquí luminoso, juvenil, perennal a los aires.
Tu planta pisa el barro del que ya eres distinto.
¡Oh, cuán engañoso, hermoso humano que con testa de oro
el sol piadoso ha coronado tu frente!
¡Cuán soberbia tu masa corporal, diferente sobre la tierra madre
que cual perla te brinda!
Mas mira, mira que hoy, ahora mismo, el sol declina tristemente en los montes.
Míralo rematar ya de pálidas luces,
de tristes besos cenizosos de ocaso
tu frente oscura. Mira tu cuerpo extinto cómo acaba en la noche.
Regresa tú, mortal, humilde, pura arcilla apagada,
a tu certera patria que tu pie sometía.
He aquí la inmensa madre que de ti no es distinta.
Y, barro tú en el barro, totalmente perdura.

Vicente Aleixandre, Sombra del paraíso

martes, 1 de noviembre de 2011

HOMBRE


Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.

Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.

Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.

Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!

Blas de Otero, Ángel fieramente humano