lunes, 10 de octubre de 2011

LUGAR DE LA PALABRA. II

      Comienza
paradójicamente, desde una carencia del lenguaje la escritura poética. Lo mismo
que es mayor nuestro amor su está ausente la amada,
crece el deseo de contemplar la imagen
de lo vivido alguna vez. La emoción crea un orden
artificial como cuanto se ordena; mas
como el caos del mundo, no es arbitrario su corazón,
ni estéril.
Igual que en el amor todo canto es zozobra, las palabras,
- instrumentos heridos por  los sueños - descienden
sobre ti, llenas de incertidumbre y gozo.
                                                    Empapadas de historia
no eluden su pasado, se entregan
al incierto ejercicio de perseguir las huellas
de lo aún no creado. Pasean los jardines
abanicos de luz. Ved cómo 
una mala sintaxis del color, o un uso
gramaticalmente torpe de la luz,
pueden crear instantes 
en los que se refleja no otra cosa que el tiempo,
la eternidad de un espacio efímero: tropel de imágenes
que de la muerte nacen.
                                            Así en los estiajes
la sordidez y la vileza de nuestra vida afloran
igual que en los residuos de la luz
tienen origen la noche.
Describen con su cuerpo de bronce los vencejos
un desigual rumor en la memoria; la rapidez y la delicadeza
de acercarse al paisaje o beber en los ríos
de pulsar las distancias y tensar el espacio, crean
una forma distinta de contemplar la tarde; su ejercicio simbólico
construye, igual que las palabras que evocan el pasado
un deformado uso del idioma, la sensación
de habitar una vida y un destino distintos.

Instante excelso el de la luz
en el que las palabras, contaminadas de belleza, se imantan
como cuerpos amándose.


Diego Jesús Jiménez.
Antologado por JUAN JOSÉ LINZ en Antología de la poesía española. 1960-1975.









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