[... son los versos finales del poema]
A veces, como lobos
famélicos, las voces nos sorprenden,
muerden en soledad y nos dispersan
los casi reunidos sentimientos.
Los timbres afilados
punzan en las membranas y algo turbio,
un flagelo que irrita, nos confunde
con los objetos del camino.
Vibran
los andamiajes, los puentes en lo vivo
del ánimo que cruzan, y esa torre
sin sombra que habitamos un instante
teme por sus cimientos, como cuando
al pie pasan los rápidos nocturnos.
Carlos Barral. Metropolitano
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