sábado, 15 de octubre de 2011

OLVIDABA EL DOLOR Y SALÍA LA NOCHE

Olvidaba el dolor y salía la noche.
Alcor, Mizar, estrellas clavadas en los huesos,
guijarros dela luz en sombrías praderas,
los infinitos hielos destrozados flotando
en el inmenso mar de la más negra pez.
¿Y yo quién soy?, pregunta en el centro del Todo
un cuerpo que recuerda a la nada, materia
deforme en el curso de un dolor que corrompe.
Estrellas, mis estrellas, invisible fluido
conduce hacia vosotras mi música y la vuestra
en mis venas revierte en fogosa crecida.
Quiere el hombre subir allá arriba a  la roca
de su dolor, lanzar desesperada flecha
al mismo corazón de lo oscuro remoto,
grita en lo alto de un monte y ve cómo le caen
en el rostro los bosques petrificados, lluvias
de piedras negras, luces como cardos u ortigas.
Estrellas, mis estrellas, tantas vidas están
partidas, trituradas en vosotros; sois polvo
disperso entre la nada y el vacío, o acaso
añicos de un espejo en el que un dios se miró.

Aún así se os siente como una inmensa marca
de intensísima música, sonido que nos hiere
y al herir dulcifica misterioso al ser
que se siente una parte del infinito cosmos.
Por eso la pregunta del hombre ¿Y yo quién soy?
con la noche profunda se funde, es palabra
arrojada y perdida en un pozo de música.


ANTONIO COLINAS, Noche más allá de la noche.

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